Decálogo de Amor
Hay personas que viven de recuerdos, y por ello se les critica diciendo que es el mayor impedimento para poder crecer, un lastre para todo cuanto aún les queda por emprender, pero estas vivencias aun siendo dañinas en ocasiones, son las que mantienen vivas las esperanzas cuando es mucha felicidad la que has dejado atrás. Esperanzas de encontrar la alegría que se tuvo antaño para lanzarse de nuevo a volar, y encontrar ese amor puro, esa travesura infantil, a ese amigo cómplice que te salvaba de mil y un problemas, a esa chica que tanto nos gustaba ver pasear, ese dulce de domingo en el cine, de las maquinaciones juveniles de proyectos imposibles, de la energía al revelarte contra todo lo malo mitigando tus penas.
En mi interior, en ocasiones disfruto recreándome con ese montoncito de recuerdos que no me gustaría nunca olvidar, en ellos me siento feliz, con la seguridad que te aportan con fingida realidad.
Soy consciente de que muchas personas por desgracia, pierden estos preciados tesoros como les ocurre a los enfermos de alzheimer, a los que tanto cariño desde aquí les mando, aunque pienso es peor para otras, a las que en su tiempo no cabe ninguna añoranza porque la consideran inútil, infructuosa y paralizante. Para mi, estas lembranzas me recuerdan que mi amor, mi ser y mi presente, se fraguó en un mundo feliz, me sirvió de cimientos, para aceptar estos principios de amor que acompañan a estas letras.
Existe un ejemplo inigualable de lo que es ver pasar tu vida en un instante, con sus recuerdos de ese amor excelso, y los que conocen la película de Cinema Paradiso (la primera parte), a lo mejor, comparten conmigo que las escenas finales, son un compendio de todo cuanto añoramos del pasado, incluido ese beso infinito que nunca dimos.